3 de agosto de 2010

Flor Nicoyana


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Esa tierrita del norte que recoge costumbres,
Que guarda grandes virtudes de años que no han dejado de hablar
La misma tierra que envolvió la vida de una mujer
La mujer que no tiene en el mundo otra igual

Sus manos fuertes que trabajaron sacos de masa,
Los quehaceres del hogar,
De cuna que cargaron muertes y dolor
Suaves… frágiles que han regalado inacabable amor

Describir sus ojos resulta imposible en palabras
Dolor, enojo, alegría, los trajines de la vida...convertidos en mucha paz
Plasmada en sus pupilas, rodeadas del azul de mar
Su mirada de vaivén entre memorias y un punto fijo en la pared

Niña, mujer, madre, amiga, maestra,
viuda, esposa, abuela… mi bisabuela
Ahora su pelito robó el blanco a la pureza
Siempre su rostro tomó el rojo de las rosas coquetas

La mujer que aún camina sin dar pasos,
Que sonríe como si fuera el último día
Nos comparte su dulce voz entre cantos
Mujer que nunca se irá… mi viejita.

(una muy pequeña parte de la historia de mi bisabuela Clarissa “tita”, de Nicoya, Guanacaste. Cuenta con casi 89 añitos de edad).

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