23 de abril de 2012

Contractura Cardíaca


Hay lesiones que se atreven a remendar por sí mismas, valiéndose del cuerpo. Apróximadamente 206 huesos, más de 640 músculos, millones de células con capacidad regenerativa en caso de daño. Una porción corporal superior, guía de todo movimiento físico y emocional. Bien.

¿Cuánto de mí utilizo para espirar lo correcto, cuánto para reflejar todo cuánto tengo?

Somos, cada uno, una célula parte del mundo como un solo cuerpo. Acaso no entendemos que si un miembro de este sufre un daño, antes de extirparlo, se intenta TODA posibilidad de curación, desde una operación de cuidado intensivo, hasta un nuevo ordenamiento nutritivo. Parecemos querer creer (y trabajamos por ello) que un “dedo” no tiene conexión con el resto del cuerpo, no comprendemos que si nacimos completos debemos luchar por morir unidos como un complemento.

No se puede negar que la amputación es posible, mas la ausencia consecuente de UNA sola pieza es irrefutable (así el riñón continúe haciendo su debida labor).

Si no vivimos nuestro propio cuerpo, menos vamos a entender el resto del universo. No podríamos amar al de al lado y es en este punto donde me deshago en cuadritos pequeños. Veo noticias de asesinato y ¡pum! Un escalofrío, fue dañada una célula de mi cuerpo. Un gobierno que decae en engaño, en palabras supérfluas como la bruma que acaricia el mar, pero no le agita la marea. Pequeñas pruebas, vacunas de ignorancia, curitas para tapar los daños (repito, por encima), aprobación de leyes menos importantes que atender la inseguridad que nos enjaula, el cierre de lugares para niños en condición de abandono, instituciones que se pasan su objetivo principal por el cu…ello.

No disculpo mi exaltación, no cuando las cosas parecen miseria.

Dios no lo quiso así. Mi corazón fue hecho para amar. Mi cuerpo fue hecho para trabajarse, mantenerse sano y salvo. Sano y salvo. Palabras que engloban su déficit en contenido a nivel mundial, hasta sonar ajenas. No son para mí, diría mi célula que no encontró nunca estadía y recorre calles mendigando, no son para mí se repetiría un cliente frecuente de comida basura, no son para mí dirían las células que, como cáncer, empiezan a asesinar el cuerpo.

Todavía me levanto. Todavía respiro, aunque aire contaminado, mis pulmones no se dan por vencidos. Pero, sin querer, no puedo evitar la contractura que sufre el corazón cada vez que es amenazada una o un grupo (más adultas o infantiles) de células en mí. Resulta que mis nervios conducen cada energía positiva y negativa a mi interior, no puedo evitar pensar en el daño que a diario nos hacemos, en sentir rencor hacia los responsables de este mundo que parece estar enfermo.

Mi esperanza, no todo está perdido, sé que como escribió el señor Rodolfo Páez “yo vengo a ofrecer mi corazón”, así hay organizaciones de células que continúan trabajando, pero seguramente y por cierto, no son las que presentan los medios de comunicación en su mayoría. Hay una porción importante y esencial, la mente. La figura dirigente, la que no permite que suceda todavía el infarto.